Mientras trafico con vitolas de montecristos
y presumo de habérmelos fumado
-como me fumé la piel de quien no debi-,
me muero de asco y me pongo morada
a roscos de vino
y ya no veo más allá de Salamanca
porque a lo mejor el mundo acaba en Salamanca
y vuelve a empezar aquí,
justo en este punto exacto del mapa de mi cuerpo
donde un día chocó un meteorito
y me llevé para casa catorce puntos de sutura
y al poco,
otros siete justo por encima del pezón derecho.
Pero sigo comiendo roscos de vino
mientras maldigo los restos mortales
y pienso en aquellos vaqueros marca Lacoste de la talla 36…
(de eso hace ya muchos años,
cuando todo era más ligero
y yo soñaba con aprender a pilotar mi propia nave).