Mientras trafico con vitolas de montecristos
y presumo de habérmelos fumado
-como me fumé la piel de quien no debi-,
me muero de asco y me pongo morada
a roscos de vino
y ya no veo más allá de Salamanca
porque a lo mejor el mundo acaba en Salamanca
y vuelve a empezar aquí,
justo en este punto exacto del mapa de mi cuerpo
donde un día chocó un meteorito
y me llevé para casa catorce puntos de sutura
y al poco,
otros siete justo por encima del pezón derecho.
Pero sigo comiendo roscos de vino
mientras maldigo los restos mortales
y pienso en aquellos vaqueros marca Lacoste de la talla 36…
(de eso hace ya muchos años,
cuando todo era más ligero
y yo soñaba con aprender a pilotar mi propia nave).
1 comentario:
Las naves se aprenden a pilotar, pero a veces el recorrido conduce a lugares inesperados. Lo importante, con puntos de sutura o sin ellos, es que cicatricen las heridas, que les demos aire, que las ventilemos a nuevos vientos.
Me encanta cómo lo has escrito.
Siento que tus heridas estén por cicatrizar.
Un abrazo reconfortante de amiga, por si te sirve de algo; ojalá.
Creí que este cuaderno lo tenías también a medio gas, pero me llevé una agradable sorpresa el ver que lo vas actualizando.
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