miércoles, 12 de enero de 2011



Mientras trafico con vitolas de montecristos

y presumo de habérmelos fumado

-como me fumé la piel de quien no debi-,

me muero de asco y me pongo morada

a roscos de vino

y ya no veo más allá de Salamanca

porque a lo mejor el mundo acaba en Salamanca

y vuelve a empezar aquí,

justo en este punto exacto del mapa de mi cuerpo

donde un día chocó un meteorito

y me llevé para casa catorce puntos de sutura

y al poco,

otros siete justo por encima del pezón derecho.

Pero sigo comiendo roscos de vino

mientras maldigo los restos mortales

y pienso en aquellos vaqueros marca Lacoste de la talla 36…

(de eso hace ya muchos años,

cuando todo era más ligero

y yo soñaba con aprender a pilotar mi propia nave).

1 comentario:

Mafalda dijo...

Las naves se aprenden a pilotar, pero a veces el recorrido conduce a lugares inesperados. Lo importante, con puntos de sutura o sin ellos, es que cicatricen las heridas, que les demos aire, que las ventilemos a nuevos vientos.
Me encanta cómo lo has escrito.
Siento que tus heridas estén por cicatrizar.
Un abrazo reconfortante de amiga, por si te sirve de algo; ojalá.
Creí que este cuaderno lo tenías también a medio gas, pero me llevé una agradable sorpresa el ver que lo vas actualizando.